Aunque son sentimientos muy distintos, es muy común que la una conduzca a la otra. Cuando nos sentimos deprimidos, el hecho de sentirnos inferiores a los demás, completamente desmotivados y sin ninguna expectativa de que las cosas cambien en un futuro, genera una gran desesperanza y angustia.
En cambio cuando la ansiedad, las preocupaciones, llenan nuestra vida, el estado de ánimo cae de manera estrepitosa debido a lo desmoralizador y deprimente que resulta la imposibilidad de tener control sobre uno mismo. Por lo que es fundamental realizar un buen diagnóstico para poder discernir qué  es el problema fundamental y qué es consecuencia.