Es una respuesta automática que se produce en nuestro cerebro más primitivo, el sistema límbico, cuando interpreta un peligro para nuestra vida. Todos los animales huyen del peligro o lo evitan. Esa es la característica principal de la ansiedad, evitamos situaciones o huimos de ellas.

Cuando existe un motivo real, la ansiedad nos moviliza, nos obliga a buscar una solución. Sin embargo, cuando es nuestro cerebro quien interpreta que existe un peligro, lo que ocurre es que nos quedamos bloqueados, indefensos, y es cuando la ansiedad se convierte en un problema.

Existen muchos síntomas de ansiedad: palpitaciones, tensión muscular, temblores, sensación de ahogo, presión  en el pecho, náuseas, sudoración, inestabilidad, sensación de atragantarse, sensación de irrealidad o de estar separado de ti mismo, falta de concentración, aturdimiento, irritabilidad, insomnio, hormigueo, escalofrío……

Otros síntomas hacen referencia a la sensación de perdida de control (miedo a dañar a los demás o a sí mismo, a volverse loco….).

Según la sintomatología y el cómo afecta a la vida cotidiana de la persona que lo sufre, encontraremos distintos tipos de trastornos de ansiedad.